En lugar de maldecir el aburrimiento lo consideras una consecuencia del desapego o desprendimiento del sufrimiento, por lo que te resulta más fácil aceptarlo. Has estado tanto tiempo funcionando a toda prisa, al 150 %, que ahora vives como una bendición el estar detenida sin que aparentemente tu entorno diga nada al respecto. Es como si tu aceptación provocara la de los demás o quizás son ellos los que ahora están preocupados corriendo.
No te sientas culpable por estar parada pues eso te brinda el impulso, la paciencia y la fuerza necesaria para ocuparte en algo cuando llega el momento. Cada vez aflora en ti una mayor luz que sin darte cuenta se filtra al exterior una vez, impregnada de tu ser, cuando tu ser está lleno de ella, completo, a rebosar. El ser y el alma son lo mismo, por tanto, tu ego lleva las de perder. Cuando tus pensamientos te dañen, recuerda que tu ser es abundancia, fortaleza y plenitud y debes utilizarlo para bañar el ser con ellos, para que sean instrumentos a la felicidad que empuja el crecimiento del ser y la perfección divina y luminosa que cada vez irás reconociendo con mayor intensidad en todo.
Contribuyes a que todo sea una bendición amoldándote a encontrar la mejor opción para vivir el momento, aunque en principio te resistieras. Te flexibilizas como el bambú, la espiga de trigo o las ramas de un árbol, que se mueven con el viento no contra él. Cuando lloras, te alegras de hacerlo por llorar de felicidad o de estremecimiento ante la perfección que irradia lo sencillo, algo que otros consideran pequeño pero de lo cual tu recoges la gran magnitud de su sabiduría a disposición de los que ven y escuchan desde la dimensión enteramente presente del ser que todo lo preside y atestigua.
No te sientas culpable por estar parada pues eso te brinda el impulso, la paciencia y la fuerza necesaria para ocuparte en algo cuando llega el momento. Cada vez aflora en ti una mayor luz que sin darte cuenta se filtra al exterior una vez, impregnada de tu ser, cuando tu ser está lleno de ella, completo, a rebosar. El ser y el alma son lo mismo, por tanto, tu ego lleva las de perder. Cuando tus pensamientos te dañen, recuerda que tu ser es abundancia, fortaleza y plenitud y debes utilizarlo para bañar el ser con ellos, para que sean instrumentos a la felicidad que empuja el crecimiento del ser y la perfección divina y luminosa que cada vez irás reconociendo con mayor intensidad en todo.
Contribuyes a que todo sea una bendición amoldándote a encontrar la mejor opción para vivir el momento, aunque en principio te resistieras. Te flexibilizas como el bambú, la espiga de trigo o las ramas de un árbol, que se mueven con el viento no contra él. Cuando lloras, te alegras de hacerlo por llorar de felicidad o de estremecimiento ante la perfección que irradia lo sencillo, algo que otros consideran pequeño pero de lo cual tu recoges la gran magnitud de su sabiduría a disposición de los que ven y escuchan desde la dimensión enteramente presente del ser que todo lo preside y atestigua.
Poco a poco te vas entregando más a la luz de tu destino. La lentitud ya no te fastidia, sino que más bien la consideras parte del proceso para que puedas recrearte y disfrutar en profundidad cada matiz de los diferentes extremos de la balanza de la vida. Así, la dualidad se complace por desplegarse ante el mar de aceptación que ahora eres y que hará que todo avance por sí solo con los pasos seguros y firmes de un héroe que ha nacido para saber con precisión y profundidad, conocer y reconocer a los suyos para traerles lo que les pertenece y compartir la magia más ecuánime y enternecedora de la existencia. Ésa que sólo sabe llorar de felicidad y sonreír al instante.
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