Tal y como me aconsejaron los guías, he escrito esta canalización sobre la Papisa, esa mujer sabia del tarot, potenciadora de cambios internos y gran conocedora de las leyes de funcionamiento del Universo:
Somos creadores de la realidad que nos circunda y cuanto más limpios estén nuestros pensamientos, cuanto más honestos, coherentes y sinceros seamos con nuestra verdad, más posibilidades existen de ser implementadas.
Somos creadores de la realidad que nos circunda y cuanto más limpios estén nuestros pensamientos, cuanto más honestos, coherentes y sinceros seamos con nuestra verdad, más posibilidades existen de ser implementadas.
La
fe es un arma poderosa que siempre debe ir acompañada de una visión
realista y a veces un tanto atrevida de una idea propia. La música brota
del alma y nos marca el ritmo para seguir adelante con nuestros
proyectos del alma. La constancia garantiza la consecución de un
proyecto. A veces, en cambio, renunciamos, nos desasimos de algo por lo
que hemos luchado y, cuanto menos lo esperamos, presenciamos la
cristalización de nuestro deseo. Y es que el desapego deja un espacio
creador maravilloso que puede obrar milagros por paradójico que pueda
resultar. En este caso, soltarnos nos acercaría a lo que realmente
somos.
La
virtud más noble que acompaña un deseo es la sincera intención de
ayudar, de aportar al mundo algo para que se convierta en un lugar
mejor. El Universo va a solidarizarse con nuestro ferviente deseo y, si
no prospera, no por eso vamos a abandonar nuestra vocación. Quizás
entonces volver a intentar lo mismo más tarde, iniciar algo parecido
pero con alguna variante o novedad o simplemente buscar otro camino. El
apoyo aparecerá en su momento y el Universo nos sustentará, si estamos
alineados con el propósito de nuestra alma.
Nuestra
vocación de servicio es algo que nos hace sentir bien, en la que el
tiempo nos pasa volando, que nos llena y nos hace sentir útiles. La
mente de un servidor del mundo debe de ser ecuánime, neutral, desapegada
de juicio ya que así sabrá escuchar y nunca confundirá ayudar con
perjudicar o dañar, tratando de imponer solapadamente a los demás los
propios prejuicios o conceptos contaminados de ego. Ayudar es impulsar
al otro para ser y dejar ser y nunca manipularle o hacerle sentir
culpable para plegarlo a nuestros deseos, deseos que suponemos que son
lo mejor para él. Pero una mente abierta sabe que no lo sabemos todo y
mucho menos sobre los demás y que lo pensamos que les pueda convenir
pueda ser erróneo. Por eso, para tratar de conocer a los demás, el
primer compromiso que debemos cumplir es conocernos a nosotros mismos,
requiera esto el tiempo que sea necesario, sanar las heridas, ser
consciente de las propias debilidades y virtudes, para luego ayudar,
escuchar y comprender mejor a los demás. Esta posición nos permitirá
empatizar o colocarnos en la situación del otro y tanto más cuanto
nosotros la hayamos experimentado anteriormente o seamos capaces de
entenderla aún sin haberla vivido en nuestras carnes.
La
ayuda a los demás no debe implicar renunciar a ser uno mismo o
agotarnos excesivamente en el intento de dedicarnos al prójimo, ya que
si nos olvidamos de nosotros mismos, nos acabaremos olvidando de vivir,
se nos escapará la vida, sobre todo, si intentamos a toda costa agradar a
los demás, y nos sentiremos desorientados y perdidos al no conocer lo
básico sobre nosotros mismos.
Conocerse
abre un amplio abanico de posibilidades creadoras y nos hace sentir
libres y seguros. Conociéndonos desplegamos nuestras alas de
conocimiento para luego fundirlas con las de los demás y continuar con
la cadena humana de libertad que romple viejos miedos y nos acerca a
nuestra autenticidad. De este modo, el primer servicio es a nosotros
mismos y cuando estemos preparados, lo ampliaremos al resto de la
humanidad. Iremos encontrando en nuestro caminar a aquellos que son
reflejos de nuestras cualidades y defectos, lo cual nos permitirá tomar
consciencia de cosas que casi habíamos olvidado e ir puliendo nuestra
personalidad, perfeccionándonos para acercarnos cada vez más al ser.
Conforme vayamos trabajando interiormente nuestros punto débiles y
cambiando nuestras actitudes, también cambiarán los de nuestro alrededor
o bien seguirán o seguiremos otros derroteros para dejar paso a los que
se asimilan a nosotros.
Así
pues, la vida se convierte en una escuela cuyo éxito proviene de creer
en nosotros mismos. Si aprendemos a tener convicción en los designios y
dones del corazón y a fortalecer nuestra autoestima, sabremos despertar
estas valiosas cualidades en los demás.
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