Sigo recibiendo canalizaciones de la Papisa, esa mujer sabia, discreta y callada cuya sabiduría me tiene fascinada:
Desde el silencio que otorga la seguridad en uno mismo y en la aceptación de todo lo demás, se crea un poderoso espacio de libertad capaz de desplegar las alas del alma. Con ellas, nuestra expresión se manifiesta y damos rienda suelta a la creatividad del corazón. Esta fuerza creadora es capaz de vencer obstáculos y no se deja amedrentar por las imposiciones del intelecto frío y calculador sino que sigue adelante con el palpitar de su dulzura. Se trata de nuestra libre expresión, de este poderoso caudal de ideas de luz que van a lograr la plena manifestación de la mano de la fe y la convicción en el abrirse paso del alma. Son ideas que han sido sembradas y que gracias a nuestro empeño germinan, dando lugar a una esplendorosa primavera, cénit de nuestro poder personal donde todo crea vida y se expande a nuestro alrededor.
Vivimos, entonces, la vida com una gracia condedida desde el más allá, con alas de ángel y luz divina o hadada. La vida, pues, simplemente es paso a paso y nuestro genio más auténtico ha salido de su lámpara para irnos concediendo nuestros deseos, alimentados de amor y de chispas de alegría. Todo aquello que es para nosotros, se eleva ante nuestra mirada de sorpresa, para unos, y de confirmación de su fe, para otros.
Estos brotes de crecimiento agarran en vidas sencillas, honestas, cautivadoras para las miradas de las hadas y los ángeles.
Nuestras peticiones, regadas de paciencia, perseverancia y autoestima, crecen en nuestro jardín espiritual hasta florecer literalmente. Entonces, sólo hay que tomarlas y disfrutar del aroma de nuestra propia creación.
Aquellas personas íntegras que creen en sí mismas y que han llegado a un estado de paz y plenitud emocional, desprenden un perfume a su paso que es capaz de despertar a otros aún ni tan sólo pretendiéndolo. Trabajarse a uno mismo interiormente, implica facilitar que los demás puedan descubrirse a sí mismos e identificar aspectos relevantes de su potencial.
Todos tenemos una capacidad de profecía, si abrimos la puerta a la intuición y a las entrañas más íntimas del ser. Allí, reiside nuestro todo. Sólo cabe detenerse y percibir cada instante como el más bello de la existencia porque todos somos emisores de belleza a través de nuestros pensamientos, actos, gestos y caminar diario. Pordemos hacerlo de forma natural, snforzar, pues la belleza ya reside de forma originaria en el ser que abrigamos.
Sentimos que este mundo parlanchín, merece ser escuchado y alentado a recogerse en la enorme sabiduría de cada uno, auella que tiene las respuestas. Pero no daremos un consejo, si no nos lo piden, para no interferir. La ayuda debe de ser requerida o solicitada aunque actos puntuales o espontáneos de ayuda o servicio altruista son siempre bienvenidos en la humanidad.
Cada segundo de vida teine el poder inherente de enraizarnos aquí y ahora y de recordarnos que somos hijos de la Tierra a quien tenemos mucho que agradecer. Como madre, le debemos respeto y veneración pues ella alienta nuestros pasos aunque ni tan sólo sepamos reconocer su tarea hacia nosotros. Estamos en un planeta sintiente maravilloso, mágico, que tiene el poder incluso de hablarnos, si nos percibe replegándonos en el ser que todos somos y que forma uno con ella.
Cada brizna de hierba, cada grano de arena, cada gota de agua, cada chispa de fuego provienen de la inmensidad que el planeta es capaz de generar y ofrecernos para nuestro deleite, placer, servicio o quehacer. Resulta una delicia permanecer en este planeta que ha seducido a duendes, hadas, gnomos, ángeles, elfos y tantos otros seres alados de luz capaces de conectar con el corazón terráqueo y de ayuda a la naturaleza.
Desde nuestro rol humano, odemos hacer lo mismo, cada uno desde su posición particular. Desarrollar compasión y empatía por las especies animales y por el reino vegetal hará crecer no sólo el corazón de la madre Tierra, sino el nuestro. La humanidad podrá, así, palpitar y caminar de la mano del entorno natural y dialogar con él en beneficio de la unidad a la que todos pertenecemos de modo que todos podamos integrarnos en ella.
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