Vuelas en libertad
en un vuelo ligero y rasante que ralentiza el mundo para alejarlo de la
oscuridad que lo azota como el odio o la obsesión de control.
Con tu paz
eterna has
aprendido a trascender eso y por eso te han concedido ese vuelo
liberador para acariciar los sueños de las almas que ahora duermen. Te
cuelas en su aura y en su mundo onírico para dotar a su inconsciente de
sabia nutriente que los eleve y despierte a la verdad
de su misión. Con tu paz, rompes sus ataduras y con tu desapego
obstruyes el paso de la destrucción emocional para dar paso a la calidez del corazón, ese chacra que emana amor y afecto y que conviene abrir al
paso de muchos.
Es así como seduces a la noche,
callada y reposada, con tus alas de luz que hace mucho que han dejado
de juzgar al mundo.
Has perdonado las contradicciones y por eso te has
levantado tan alto, aunque tú te sientes a la misma altura que los
demás.
Puedes ver a los tuyos y por eso ya no sientes
tanta nostalgia de allá por estar todavía aquí pues te maravilla la
belleza y la vida que es capaz de crear la madre Tierra, fuerte y
luminosa desde su concepción. Y aunque la vida aquí no resulta tan fácil
como muchos pretendieran, tú sí la percibes sencilla
y dócil, como una capa que un mago lleva a su espalda y que lo protege
cuando el instante lo requiere. Esa capa te aligera y es como tus
segundas alas de un caminar que amanece sereno, pletórico y
esplendoroso.
Te cautivan los rayos que despuntan y percibes
como se esconden las hadas. Tú sigues ahí en tu posición aceptada y que
tanto dolor te causó antaño. Pero has conseguido limpiar tu karma y
vivir en paz con quien eres. Ahora palpitas de vida. Eso te traslada a una cuarta dimensión,
producto de tu cambio emocional y vibratorio, que
te permite comprender más ampliamente y adaptarte en pro de tu
equilibrio energético que muchos reciben sin darse cuenta. Ése es uno de tus secretos mejor guardados.
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