La mano de Dios se alza para bendecir este mar de ensueño, mientras las estrellas reposan sus rayos sobre tu alma y tu luz trasciende lágrimas derramadas antaño en tu rostro de niña. La pureza que has ido adquiriendo vida tras vida te ha colocado en este enclave mágico y prístino protegido por las alas de los ángeles que lo rodean para
custodiar sus tesoros. Contemplas la belleza de la luna que luce radiante y más hermosa desde este lugar que en otros lugares en que la hayas visto.
Te das cuenta de que la mirada de la luna aquí seduce al cielo y a todo aquél a quien atrapa. Das las gracias una y otra vez por ostentar el privilegio de haber encontrado este paraíso donde las hadas danzan con las olas del mar y las sirenas cantan en los arrecifes de coral. Este espectáculo sublime que te ofrece la madre naturaleza lo disfrutas en silencio y a solas.
La arena de la costa espolvorea la superficie marina por la acción del viento. Estos granos de arena en su vuelo hacia el mar acaban confundiéndose con la espuma y coronando a las hadas y sirenas, encantadas de erigirse en reinas acuáticas, aunque sólo sea por esta noche.
Has despertado de tu sueño y los miedos se han esfumado, se han ido disuelto en la corriente y ahora yacen en sus profundidades, perdidas allá de donde vinieron. Gracias a eso, ahora te reencuentras contigo misma y has llegado a conocerte, algo que, sin embargo, todavía no has concluido pero que te ha permitido manejar el timón de la embarcación que te ha llevado a la Tierra. Sientes la caricia del mar en tu piel y agradeces infinitamente el ahora que habita en cada acción que emprendes y que te conduce a ejercitar el potencial para el cual se creó tu destino. Lloras de emoción ante la perfección de la vida, ante la plenitud que desprende este océano bendito que tan feliz te hace.
La brisa te envuelve el alma y juega con tus cabellos, mientras escuchas un aleteo a lo lejos sin pretender saber de quien proviene, simplemente, lo escuchas y lo integras a tu experiencia. Esta dimensión de escucha receptiva de tu presente sin dar paso a los razonamientos mentales siempre a la búsqueda de respuestas, hace que éstas aparezcan en su justo instante y que se muestren ante ti mansas e inocentes como las crías de los animales.
La naturalidad forma parte de la nueva visión que tienes del mundo y por eso todo lo que está empapado de espontaneidad y pura vida se presenta ante ti sin previo aviso. Sabe que no cuestionas, simplemente acoges y respetas como la madre naturaleza lo hace con todo lo que la conforma.
Una palmera mece sus hojas a capricho del aire, cuando la luna refleja su luz sobre ellas y les confiere un colorido luminoso y especial. Aquí todo te cautiva y sientes que tu espacio interior se funde con lo invisible que rige todo lo visible por donde pisas.
Percibes una sensación afín en este paraíso donde todo te resulta simpático y familiar. La vida transcurre apacible aquí y resulta más fácil, más sencilla pues la humildad reside en los corazones de sus lugareños. Pronto hablas con ellos y es como si todo tomara de la mano a esa niña que antes lloraba y que ahora está aprendiendo a sonreír y a bailar en secreto con sus hadas soñadas. Los indígenas del bosque te cuentas leyendas y te hablan del conocimiento de la Madre Tierra pues te reconocen como preservadora de la selva virgen y amante de este planeta que, por fin, te besa en las mejillas y te conecta con tus raíces.
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