Canalización de los guías

Has llegado aquí guiada por  una luz que te ha traído desde lejos para mirarte en todos aquellos de los que tú naciste como su fiel reflejo.
 

Este es un paraíso de naturaleza virgen custodiado por hadas y  elfos y bendecido por la divinidad. El espíritu de Dios anida en la Madre Tierra que extiende su manto de belleza en estas tierras exóticas desde tiempos inmemoriables. Tras la lluvia, el arco iris deja caer sus colores sobre la copa de los árboles. Los hijos de esta tierra mágica y bendecida son maestros de la humildad y por eso estos bosques se acercaron hasta el corazón de los lugareños, atraídos por su belleza interior. La sencillez y la tranquilidad de las personas de este edén se respira en cada paso del camino. En ellos encuentro fiel ejemplo de la integridad de la humanidad, que personaliza los valores que embellecen a la raza humana. 

En este bosque respiro la autenticidad de todo lo que en él confluye, la frescura del valle y de las gotas de humedad con que juegan los duendes al amanecer. Los reinos animal y vegatal conviven en armonía con los habitantes de este reino, respetuosos y amantes de la naturaleza y de toda la riqueza y biodiversidad que la conforma. La energía calma y ligera de este trozo de cielo en la Tierra es tan pura que hasta las sirenas se han enamorado de sus costas y las contemplan con amor  desde la lejanía de las aguas saladas. Algún día ellas caminarán sobre estas playas convertidas en humanos y transmitirán a los niños los secretos del mar y la sabiduría que descansa en sus profundidades. Los niños aquí son de corazón abierto, docto en valores y desarrollan desde pequeños una forma sencilla de ver la vida. Viven en armonía con el presente y desprenden una calidez que da la bienvenida a la libertad y al respeto, lo cual les eleva como raza humana a ese nivel de inteligencia para la que fue creada.

En el bosque me hermano con el instante y permito que todo lo que en él está incluido, pase a través de mí como los rayos del sol que atraviesan el cielo y se posan mansamente, como una caricia, sobre los cuerpos densos. Aquí dejo caer los pensamientos y es como si se los llevara la corriente del río. Captan mi atención unas ondas de luz solar que bailan en la superficie del agua. La vida constituye un baile de acontecimientos que marcan nuestro destino y que, adecuamente manejados, nos impulsan a ser nosotros mismos. No perderse en ese baile y seguir el ritmo correcto resulta fundamental. 

El graznido de un ave me recuerda que estoy en territorio propiedad del reino animal y que tengo mucho que aprender de los animales.  Una pata que pasa con sus crías a lo lejos, me inspira ternura y me enseña que la maternidad es un milagro creador de vida e ilusión en el planeta.

Desde mi posición siento ese espacio interior que alimento diariamente y que me permite ser testigo de mi realidad con una mente neutral. Ese espacio se nutre de paz. En este bosque, cuna de los vergeles de la Tierra, la paz se percibe por doquier. Me inflo de ella con mi respiración y siento como esa paz se instala en mi ser y en él forja un hogar que le acoge con las manos abiertas. Este es el lugar ideal para abrir el corazón: a sus gentes apacibles y cariñosas, a la pura vida que aquí se respira, a esos ideales que rigen la existencia de este país repleto de tantas maravillas, que parece sacado de un cuento de hadas.

Sonrío a mi nueva realidad, a este nuevo portal que se ha abierto mágicamente y que emprendo con prudencia y confianza. En este nuevo lugar, siento algo que me resulta familiar desde el principio. Aquí nada me aprisiona, puedo ser yo misma con libertad y devuelvo lo mismo a los demás. Ser  uno mismo resulta esencial para conocernos, ser conscientes de nuestras posibilidades y atrevernos a implementarlas. Una vez logrado esto e incluso antes, sientes la necesidad de ayudar a los demás y de depositar en sus corazones una sonrisa. A partir de entonces, tienes una cara amable que adoptas como filosofía de vida y en la que cualquier obstáculo se convierte en una oportunidad de cambiar y crecer y en la que das, por el mero placer de hacerlo, olvidándote de recibir. Estar aquí con mi pareja, mi ángel de la guarda, mi compañero y amante es el mejor regalo que la vida me ha dado.