Si fuiste creada perfecta, ¿por qué tienes tantos problemas en reclamar la herencia que te pertenece como hija de Dios? Es el ego el que te lo impide porque de ser por tu conciencia, por tu ser la luz es tan clara que lo único que puede hacer es mostrarte el camino.
Descalza y desasida de todos los condicionamientos, filtras por cada poro de tu piel la hermandad que te conecta con todo lo que pasa a través de ti. Permites el paso de todos los acontecimientos con el desprendimiento y la despreocupación de un niño únicamente comprometido con su verdad, que aquella que no necesita cuestionar ni conocer de antemano. El campo de batalla de tu interior se ha transformado en un lago apacible donde todo es pura vida, serenidad y placidez. En eso te estás convirtiendo y también en esa niña que aprende abriendo los ojos a una realidad externa, fiel reflejo de su interior luminoso y lúcido. Esfuérzate en mantener una mente limpia, desprovista de juicio pues cada juicio es una carga que le creas al alma en forma de experiencia para que aprendas sobre tus palabras equivocadas. Libérala de todo eso, hablando menos y creando espacio para el silencio, fiel conductor de tu alma hacia el destino que le ha sido encomendado. Aprende rápido y el miedo huirá despavorido, siendo sustituido por la curiosidad de un niño que lo lleva a experimentar cada paso como una emocionante e imprevista aventura, cristalina como su alma juguetona y desapegada. La comunicación con aquellos adecuados a tu propósito de vida irá fluyendo cada vez de forma más natural, convergente, en linea con tu proyecto. Ellos te reconocerán de inmediato.
Déjate aconsejar por la sabiduría que emanan de la que fuiste depositaria durante tantas vidas. En tus libros has ido recopilando parte de este conocimiento hasta que te sea revelado por completo tras alcanzar un estado de completa pureza mental, físca y psíquica. El ambiente va a ir en consonancia con este estado de luz divina arraigada en tu interior y a través de él despiertas de tu sueño en la Tierra. La caída da lugar a tu verdadera expresión en La Tierra, a ese tesoro infinito que proviene del Padre y que te ha sido otorgado en esta dimensión física.
Tomas a la Tierra en tu interior y la meces con el amor con que la luna mece a las estrellas o con que la galaxia avista a sus hijos de luz. Te elevas hacia otras dimensiones y les abres tu corazón. De regreso a la Tierra lo recuerdas con nitidez y recibes sus mensajes. Los anotas para transmitirlos a un mundo receptivo que ha aprendido a amar a la naturaleza y a sanar su interior dañado. Y esa humanidad se halla ante ti ahora, floreciendo como un canal de recepción y entrega.
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