Estás en paz,
reconócelo.
Todo lo que suceda, será para tu enriquecimiento y nutrición
espiritual. Emanas paz y, por eso, aunque no te des cuenta, ya estás
empezando a generar
ese efecto en tu entorno, aunque en la situación actual resulte
paradójico, tú eres capaz de presenciarla desde tu paz de espíritu.
Sigue irradiando luz, aunque sólo sea unos instantes, mentalmente. Es
necesario, aunque no comprendas el abasto de tal acción.
Desde el lugar donde moramos los meditadores conscientes, tomamos la
energía humana de luz generada y la transmutamos para enriquecerla,
potenciarla y redirigirla allá donde las ondas de luz la requieran. Pero
por encima de todo, la energía permanecerá con
los tuyos, incluso con los que lo fueron y que ahora te observan y
protegen desde la luz para velar, alentar y orientarte en cada uno de
tus pasos.
Los que te necesitan aparecen paulatinamente para ser
ayudados por ti y por tus palabras que brotan de la clariaudiencia,
aunque a veces te apoyes de instrumentos de clarividencia que hacen que
tus palabras sean más fluidas y certeras. Con el tiempo irás recordando
y utilizando dones adquiridos de tus ancestros y algunos otros que tú
misma, a iniciativa propia, decidiste desarrollar
para completarte. Los irás asumiendo lentamente, de forma natural y
podrás incorporarlos a tu cotidianeidad. Pero mientras tando, debes
fortalecer tu luz, tu paz y la seguridad en ti misma. La encontrarás en
la convicción de la fortaleza de tu alma y la fuerza
de emociones que yacen en ti cuyo pilar son elevados valores y
características particulares de tu alma antigua y ferviente trabajadora
en la evolución de los tiempos.
No desfallezcas y cree en la vida que te
cuida como la niña alegre y pizpireta que eras que tanto
cantaba y bailaba en su infancia. Corrías en la pradera y contemplabas
la inmensidad de las montañas con asombro y admiración. Hoy en día las
echas de menos pero ellas te reclaman y susurran tu nombre. En ellas
fuiste feliz, jugabas con la brisa, con los rayos
del sol, con el agua del riachuelo. Adorabas los animales y te
comunicabas con ellos. Comprobaste que ellos tienen hermosos
sentimientos y un corazón de oro, sobre todo, los perros. Los
renacuajos, las ranas y las mariposas también te gustaban. Las atrapabas
pero luego las dejabas libres pues sabías que su libertad era su don
más preciado y que nadie debía de arrebatárselo. Así, aprendiste que la
base de la felicidad es la sensación de libertad que nos une con el
infinito y nos recuerda nuestros orígenes sagrados
de divinidad. Ahora consideras sagrados a los animales y te duele que
sufran. Sigue enviándoles luz a ellos, a las especies vegetales, a las
aguas y al aire para que en todos ellos se puede respirar con la plena
libertad de ser en el afecto y respeto por
la existencia en si misma.
Sigue entregada
a tu propósito de entregar tus escritos sin esperar nada a cambio,
simplemente por el puro placer de crear belleza y armonía en palabras y
versos que provienen
de un corazón desinteresado y que está avanzando hacia la compasión y
comprensión del entorno.
Detente, vuela, canta, escribe, baila, conduce,
camina, déjate seducir por el ahora y toma la existencia como un baile
donde cada paso lo bailas al compás del momento
y aunque no sabes cómo acabará tu baile ni que nuevos ritmos deberás
adoptar, sí sabes que vas a tratar de marcar cada paso al ritmo del
instante y con la mejor de las intenciones del alma que eres.
Ríete del
miedo, en eso tus compañeros son sabios maestros y toma por cierto que
la vida no va a quitarte nada que te pertenezca por pleno derecho y
atendiendo al elaborado
trabajo de tu alma serena pero inquieta y ávida de conocimiento. Deja
que la vida te ame y ese efecto rebotará hacia los que te rodean, de
modo, que los verás sonreír con más frecuencia.
Es cierto que hay
comentarios desgarradores, pero tú simplemente obsérvalos,
no te alarmes innecesariamente y cree, confía en tu capacidad de
adaptación que no hace dejadez de sus poderes.
Ocurrirá lo necesario
para tu sintonía de evolución del alma grande que eres, entre ellas, la
limpieza de karma y la recolección de los frutos del
dharma.
Sí, en vidas pasadas dañaste, pero la toma de conciencia de
eso, es un gran paso y como premio cada vez irás sabiendo más sobre eso y sobre la actuación preventiva para la reparación del daño. Pero también
hubo muchas cosas buenas y hermosas que ya forman
parte de tu mundo, mientras otras están esperándote.
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