Vibramos en el estado anímico de la alegría y el amor sin condiciones. Se trata de un estado de perfección divina que experimenta el alma que ha logrado la unidad con el ser. Estamos siempre contigo. Somos los duendes y los gnomos del bosque. A veces las hadas nos acompañan. Ellas suelen ser más alegres que nosotros. Los gnomos somos inocentes y bondadosos y nuestra alma forma parte de la vegetación que integra el bosque. Cuidamos del entorno natural. En él habitamos, respiramos, nos alimentamos y nos fundimos en cada instante. Nos ponemos tristes por motivos que a algunos humanos les pasan desapercibidos pero lo cierto es que nuestro corazón está perfectamente entregado e integrado al mundo vegetal, mineral y acuífero. A veces los gnomos observamos a los humanos, a aquellos que están en el camino de abrir su corazón. Los niños lo mantienen abierto de forma natural pues es su forma de abrazar al ser.
Sabemos que tienes mayor conciencia por tus plantas y te lo agradecemos. Cada pequeño gesto de sensibilidad por el medio ambiente es bienvenido y agradecido desde nuestro mundo diminuto e invisible al ojo humano. Sin embargo, los humanos no nos resultan invisibles. Lejos de juzgarles, preferimos concentrarnos en humanos bondadosos, nobles y honestos hacia los cuales enviamos experiencias de armonía y regalos inesperados. Lo consiguen tan sólo con ser como son: formas en carne y hueso que se visten de ser, de sencillez, de impecabilidad, de humildad, de compasión y conexión con sus almas y con las ajenas. Esto les permite convertirse en receptáculos de la realidad que viven donde todo les atraviesa, pasa a través de ellos, como si de filtros de equilibrio y sintonía con el Universo se tratara. No tratan de agarrar el instante sino que lo permiten, lo toleran, cooperan con él dando paso a las mayores bendiciones pues cuando la resistencia a lo que nos sucede, desaparece, se abre en nosotros el desapego, la libertad y la aceptación. Estamos implicados, en aquel preciso momento (pues desapego no es dejadez) pero siendo conscientes que se producirá un paso posterior ya que el ciclo de la vida nunca se detiene. La vida siempre se abre paso. El ser conscientes del siguiente paso no les impide observar, interactuar con el presente instante, el que siempre cuenta, al que se rinden por completo. De tal forma que son humanos capaces de observar, observarse a sí mismos y al mismo tiempo experimentar con los cinco sentidos, son observadores y actores a la vez, habiendo tomado conciencia de que la vida es una representación a la cual debemos rendir nuestros mayores tributos desde el respeto, el poder y la radiancia de la luz que subyace en todos. Miran sin juicios, experimentan tratando de aprender lo que el alma pretende transmitirles. No desesperan ni sucumben pues la paciencia y la rendición a la fe ya forman parte de su devenir y caminar. No imitan sino que se encuentran a sí mismos y son por sí mismos y luego son capaces de orientar a los demás. Han aprendido a escucharles pues han sido y son capaces de escucharse a sí mismos, habiendo hecho un alto en el camino y deteniéndose cuando está en su mano a abrirse al alma de quien se cruza en su camino de luz.
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