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lunes, 22 de julio de 2013

Canalización de los guías

Las flores se abren con la confianza de que el día les proveerá de lo que precisan para subsistir. Los rayos del sol tímidamente asoman para rozar levemente los pétalos de flores exóticas que embellecen el valle. 

La mañana viste de luz el cielo y la vida empieza exultante como si hiciera reverdecer el valle y brotara renovación y frescura de cada brizna de hierba. La cara simpática de la naturaleza nace con los simpáticos animalitos que acompañan este renacer de la pradera.

Descorres el velo del sueño y te desperezas para entregarte al regalo del día de hoy.  


El ahora se muestra inocente y puro como la carita de un niño que juega a sentir la vida correteando con cada instante como si fuera el mejor de los amigos. Ese niño besa cada ahora como si fuera un juguete que lo escucha y a quien presta toda su atención. De este modo, el niño se permite ser su juguete y comprenderlo sin encasillarlo pues la naturaleza del niño es pura al igual que el aire que se respira en este prado. El niño se entrega despreocupado y feliz a sus juegos y sonríe a la vida y cuando llora, lo hace sin rencor por lo que la sonrisa pronto se vuelve a dibujar en su expresión.

Ser lo que nos rodea es permitir que todo sea, vaciándonos de todo lo adquirido, dejándonos de agarrar hace que surja y que captemos la esencia del instante, el instante en sí mismo percibido por la grandeza del ser, que renunciando incluso a sí mismo, casi sin darse cuenta se disuelve en cada momente para resurgir fortalecido y expresarse a sí mismo tal como es.

Unas montañas a lo lejos parecen proteger esta naturaleza verde. Esta cordillera de montañas se erige como vigía del lugar, como testimonio imparcial.

El niño camina y corre libre tras los pájaros, las mariposas. Luego se agacha  y coge las florecitas y se las entrega a sus compañeros de juegos. El corazón de un niño es generoso, dadivoso por naturaleza, por eso, el niño acaba recibiendo tanto. 
Recibe el abrazo de la vida, los mimos de cada instante, la caricia del entorno.

 Imagen registrada en Safe Creative*

El interior del niño rebosa belleza. La carita del niño se refleja en un estanque. La contemplas y observas que el niño se asemeja a un angelito. Se niño recuerda de donde proviene, se recrea en su naturaleza angelical, disfruta sin importarle qué vendrá a continuación. Resulta como si el niño fuera libre de toda expectativa ni estuviera atado a lo que un adulto pretendería en que se convirtiera cada instante. Sin embargo, el niño simplemente se suelta y suelta cada instante, como si se tratara de un globo de colores que está a su lado. Simplemente, el niño va con él, juega con él, lo levanta en el aire, lo vuelve a coger para volverlo a liberar y se recrea viendo como el globo se eleva sin esperar que el globo baje de nuevo y sin preocuparse si el globo se escapara hacia arriba para jugar con los ángeles.

El niño está, sigue, es, toma, deja y se expande como si fuera un pequeño dios.


Autora texto e ilustraciones: María Jesús Verdú Sacases
Texto e ilustración inscritos en el Registro de la Propiedad Intelectual 
Técnica ilustración: Acuarela
 





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