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lunes, 22 de julio de 2013

Canalización de los guías

La alegría se posa en tu corazón como una mariposa, mientras cantas con las cigarras en un caluroso día de verano. Risas y susurros arropan este día especial donde tomas conciencia de esa luz que te configura como hada y alma libre. 

Pliegas tus alas y te sientas sobre esa colina mágica que un día te vio nacer y desplegar tus alas. Los niños te han alentado a recordar lo que eres y atreverte a llevar al mundo tu magia, volando entre cuentos de hadas y castillos encantados.

Por eso, las hadas han sido tus ángeles custodios y te hablan en sueños y en meditación. Debes creer en ellas y en ti misma y abrirte a las enseñanzas de los niños maestros que inundarán tu mundo con su palabrería inocente y espontánea. La inocencia y la pureza del corazón de esos niños va a impresionarte y a impulsarte para creer en un mundo de pura vida donde la humildad y la sencillez se posan en las ramas del bosque donde juegan esos niños cuyos progenitores les permiten ser y desarrollar sus dones. 


Tú desplegarás tus alas con ellos y te conmoverá la dulzura que manifiestan en sus gestos y su devenir cotidiano. Ellos implementan la naturalidad desde que han comenzado a respirar y la libertad con la que se crían constituye el escudo con que se alzan ante una realidad que consideran su aliada.

Sabemos que los niños hasta ahora no se han ganado tu corazón pero estos niños de los que te hablamos no son niños consentidos o malcriados, tampoco van a convertirse en jóvenes sin modales, incívicos o perezosos sino que ellos corresponden a una chispa de alegría, paz y sintonía con la misión del alma que, a la vez, va a impulsar la tuya. Esos niños van a ser el puerto de destino de tu embarcación y en él participas de sus tesoros. Esos tesoros que pertenecen a esos niños pero que van a compartir contigo desde su corazón humilde y generoso.

Poseedores de talentos maravillosos, te dejas fascinar por esos dones que los niños manifiestan pues tienen madera de líder cosa que percibes desde un primer momento. Por eso, potencias el desarrollo de la belleza interior que cada niño lleva dentro y se te provee de los medios necesarios para ello. Los niños te escuchan y son obedientes pero tú les animas a que sigan su voz interior en lugar de copiar la tuya. En todo caso, ellos toman de tu intuición lo que ellos precisan para completar la suya y disfrutar del proceso en sí mismo sin importar ni someterse al resultado. 

No hay prisa ni noción del tiempo en esta región de inigualable belleza natural donde la madre tierra se muestra en todo su esplendor y gracias al respeto que la población le profesa, luce más pletórica que la luna llena de San Juan. Esos niños son grandes conocedores del cielo y de los símbolos que rigen su funcionamiento, el de las leyes del Universo y también lo inherente a los reinos animal y vegetal, a quienes se considera como a un igual.
 

El agua corre aquí tan cristalina que es como si la hubieran vertido los ángeles en los arroyos, manantiales y playas, como si esas aguas destilaran la pureza de Dios. Te reflejas en la superficie de un remanso del río coronado por una impresionante cascada y ves un ángel o más bien una hada. Aceptar eso te parece vanagloriarte por tu parte pero algo te dice en tu interior que aceptar que eres poseedora de una naturaleza hadada o angelical no es prepotencia sino más bien entregarse a lo que es tuyo por derecho natural o derecho del alma.

Los niños sonríen hoy con un brillo especial en su mirada. Los miras y te parecen ángeles juguetones que han venido a disfrutar del simple hecho de ser y a experimentar la humildad y la grandeza de un corazón limpio. Sabes que esos niños son pequeños budas que iluminarán la Tierra con semillas crísticas que producirán una abundante cosecha para un bien mayor. Son los niños llamados a hacer evolucionar a los de su especie y no van a marcharse sin cumplir su propósito. 

Muchos de ellos fueron tus alumnos en la escuela de hadas interdimensional y ahora os reencontráis para completar su adoctrinamiento y seguir adelante con la misión encomendada. Con estos niños te sientes libre para volar y vives en una dimensión presente donde la improvisación y la escucha atenta del instante te adentra en un arraigamiento o enraizamiento sobre la tierra donde te dejas de agarrar a todo y te entregas al ahora sin importar qué sucederá. De este modo, cobra protagonismo lo efímero que todo resulta y en todos esos momentos que acaban pasando de largo como las nubes en el cielo, tú te asientas como los hacen los insectos que se alimentan de las flores y viven en la pradera que tan familiar te resultó desde el principio. 

Es como si te alimentaras del instante, de ese tiempo sin tiempo en el cual se ha perdido su noción pero en el que la atención consciente está tan interiorizada como el hecho de respirar en sí mismo. Te dejas llevar por esta vida plácida y agradable presidida por el aroma de las flores, el sonido de los animales y la frescura del agua que embellece y hace brillar a una vegetación que hoy te saluda con amor y te invita a seguir despierta, a caminar en la arboleda, a seguir observando sin cuestionar  el día de hoy y a disfrutar del abrazo de la vida.

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