Querida Eva:
Comprendemos tus miedos pero éstos te hacen sentir achacosa y triste, cuando tú, en realidad, eras y sigues siendo para nosotros, una chiquilla alegre y libre a quien gustaba canturrear y marcar algunos pasos de bailes, entre ellos, algunos de tango.
Reivindica ese papel ahora y ejércelo en intimidad. Siéntete fresca como una rosa y la salud ocupará su lugar en tu cuerpo. Siéntete protegida y amparada por el cosmos. Recuerdo que tú ocupas tu lugar en él.
La soledad te brindó el regalo de la libertad para escucharte y conocerte má a ti misma y para poder, al fin, ocuparte de ti.
Una persona que no se conoce a sí misma es una persona perdida.
Intenta adivinar donde está lo sabra que te rodea pues cada instante es en sí mismo sagrado, puro y divino y es efímero, incluso lo malo pasa de largo. Por tanto, disfruta de lo bueno mientras puedas pero permítele marchar, cuando llegue el momento y despídelo con amor, agradeciendo la plenitud que te dejó. Recuerda, Eva, que lo malo también se va, así pues, mientras dure, recuerda que igual que a lo bueno, a lo malo acabarás diciéndole adiós y le agradecerás lo aprendido. Por tanto, si todo pasa y tú confías en tu capacidad de sobrevivir con dignidad y de comprensión, ¿para qué preocuparte?
Si te sientes cansada y puedes reposar, agradece el poder hacerlo en lugar de preguntarte ¿por qué me siento tan mal?. Agradece el simple hecho de poder descansar y hazlo en calma, cuidándote mucho y sintiendo como nosotros, tus guías de luz, nos acurrucamos a tu lado.
En la vida hay momentos de actividad y momentos de paro. Cuando estés en un momento de actividad, estate segura de que otro momento de paz le seguirá. Así es la vida, un vaivén de dualidades que nos maneja para cumplir nuestro plan de vida.
La vida nos da alegrías pero también nos somete a duras pruebas para aprender a ser más cautelosos y menos duros en nuestros juicios. De este modo, si lo sufrimos en nuestras propias carnes, luego podremos entender y compartir con aquellos que estén pasando por lo mismo.
Juzgar y criticar nos arraiga en lo negativo y supone un retroceso espiritual. Comprender las razones de actuación de nuestros maestros tiranos, nos convierte en ecuánimes para luego adquirir mayor neutralidad con los demás.
Hablar menos nos permite escucharnos y escuchar, no sólo a las personas sino a la vida, y no perder tanta energía por la boca. De esta manera, la energía se concentra en el interior y despierta a la sabiduría. Nuestra maestría nace de esa sabiduría y se despliega cuando ésta aflora de la mente al corazón. Cada segundo vivido conscientemente alienta y alimenta a nuestra sabiduría. Mirar lo que no nos gusta, nos permite aceptarlo, aunque no lo compartamos para poder dejarlo atrás algún día.
De tus guías en un día lluvioso
Para Eva
No hay comentarios:
Publicar un comentario