Tómate unos instantes de respiro y absorbe esa paz que yace quieta y callada en todo cuanto haces y percibes. Ese es el estado que te dará todo lo que dpides. Se trata de ese estado desapegado y dulce que los niños incorporan de forma natural en sus días.
La paz de espíritu se convertirá en tu legado, en tu firma, en la expresión de alma que encuentra su lugar aquí y ahora.
La paz te abraza en cada paso y te invita a deshacerte en esa sensación ligera y cautivadora que cada vez te está resultando más familiar. La paz besa los sueño de los aspirantes a la iluminación, esos seres desprendidos cuyo alimento es la dimensión amorosa ante la cual permanecen ensimismados.
Así pues, respira e integra esa paz que te conducirá a la armonía del espíritu, a la llava qeu abre la sabiduría del alma, esa alma entronada en un castillo de cuentos de hadas o bosques medievales encantados.
El calor del sol encide en tu piel y te eleva a la calidez que los ángeles desprenden, cuando se nota su cercanía y uno se siente levitar, aunque los pies sigan en el suelo.
La dulzura te lleva de vuelta a casa, acompañada de dibujos, colores y palabras tiernas.
La belleza se despliega inherentemente al ser que fuiste y que eres, por eso, tu rostro parece celestial a las miradas ajenas y emana paz en sus rasgos.
Déjate llevar por la paz de la corriente vital y acabarás personificándola en cada gesto.
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