La vida vivida sin prisas, se saborea mejor y nos enseña a escucharnos y, por tanto, innatamente desarrollaremos la virtud de saber escuchar a los demás desde el ser, ése que empatiza con el del otro y que muestra lo mejor de nosotros mismos para conocernos mejor y para conocer mejor a los demás. El no tener prisa asusta a las preocupaciones al renunciar a la posibilidad de controlar sino de permitir que el desapego se alíe con la sabiduría del alma la cual ya sabe lo que tiene que hacer para llevar a cabo las tareas objeto de su misión.
Desde esta perspectiva vivimos experiencias emocionales sanas y permitimos que nuestra luz brille con fuerza y sea por sí misma sin dejar que se asuste o de se condicionar por pretensiones egoicas que tratan de planificar la vida por nosotros. Pero es el alma quien debe caminar libre, aunque eso a veces implique decir no a quienes pretenden tiranizarnos. Al hacerlo, permitimos la expresión libre del alma y entonces es cuando empezamos a vivir la vida que nos pertenece, aquella que pactamos en nuestro plan de vida y que vamos a ir recordando poco a poco, sin prisa, pero sí en su momento.
Desde este estado no se busca respuestas sino que dejamos que vengan a nosotros. Sentirse bien es un buen modo de saber reconocer esa respuesta que el camino nos regala. En nuestro caminar por la vida, el latido del corazón emite un sonido sutil que el ser es capaz de reconocer y que armoniza con sonidos de paz, alegría y felicidad que vamos a ir escuchando a la vez que sonreímos y agradecemos.
Hay una fuerza oculta en lo que ves que te grita que eres creadora y que no renuncies a ese papel divertido en el que andar tu camino se convierte en la mejor de las aventuras. Céntrate en lo armónico, en lo bello, en lo apacible y deja que tu alma florezca y que tu ser te siga enseñando el papel grandioso que has venido a desempeñar. Revela las maravillas de tu mundo a quien escuche desde el corazón y tenga la dicha de vivir en el aquí y en el ahora.
Desde esta perspectiva vivimos experiencias emocionales sanas y permitimos que nuestra luz brille con fuerza y sea por sí misma sin dejar que se asuste o de se condicionar por pretensiones egoicas que tratan de planificar la vida por nosotros. Pero es el alma quien debe caminar libre, aunque eso a veces implique decir no a quienes pretenden tiranizarnos. Al hacerlo, permitimos la expresión libre del alma y entonces es cuando empezamos a vivir la vida que nos pertenece, aquella que pactamos en nuestro plan de vida y que vamos a ir recordando poco a poco, sin prisa, pero sí en su momento.
Desde este estado no se busca respuestas sino que dejamos que vengan a nosotros. Sentirse bien es un buen modo de saber reconocer esa respuesta que el camino nos regala. En nuestro caminar por la vida, el latido del corazón emite un sonido sutil que el ser es capaz de reconocer y que armoniza con sonidos de paz, alegría y felicidad que vamos a ir escuchando a la vez que sonreímos y agradecemos.
Hay una fuerza oculta en lo que ves que te grita que eres creadora y que no renuncies a ese papel divertido en el que andar tu camino se convierte en la mejor de las aventuras. Céntrate en lo armónico, en lo bello, en lo apacible y deja que tu alma florezca y que tu ser te siga enseñando el papel grandioso que has venido a desempeñar. Revela las maravillas de tu mundo a quien escuche desde el corazón y tenga la dicha de vivir en el aquí y en el ahora.
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