Desde tiempos inmemoriables las sirenas estuvimos ligadas a la raza humana, cuando ésta preservava los entornos naturales y se erigía en su más fiel Guardiana. Colaborábamos en el cuidado de los mares y las especies acuáticas en total consonancia y armonía con nuestras almas pero la dualidad lo cambió todo y un día se disolvieron los lazos de unión entre el reino humano y el reino de las sirenas. Muchas de nosotras migramos a las aguas subterráneas cerca del núcleo terráqueo, allá donde la presencia humana es nula para seguir viviendo en paz con nuestras ondas vibratorias y seguir contactando con seres de otros reinos, colaborando en dimensiones sin forma gobernadas por seres de luz, que nos protegen y purifican. Sin embargo, seguimos enviando luz a la raza humana para facilitarle un despertar que la retorne de vuelta al que fue siempre su hogar en la plena consciencia del ahora y vuelvan a erigirse los humanos como los Eternos Protectores que siempre fueron de la Madre Naturaleza y de las especies que la conforman.
Las aguas cristalinas y transparentes facilitan el paso de nuestra energía en sus corrientes que se elevan hacia su destino. Nuestros cantos producen vibraciones serenas para armonizar conciencias y llegan a los corazones limpios deseosos de despertar.
Desde el reino de las sirenas te decimos que nunca desees mal al que consideres tu no amigo pues él es un maestro que te informa de tus puntos débiles y que con su mezquino ejemplo te muestra lo que nunca debes hacer o lo que no debes seguir haciendo. Él recogerá su karma (a no ser que gracias a él tú estés pagando por una antigua deuda) mientras que tú vas generando más dharma (a tu favor) a la vez que integras la enseñanza del que has etiquetado tu no amigo -que se presenta ante ti como tu maestro- y disuelves en la paz de tu alma el relativo daño que te ha causado, transformando tu conciencia, elevándola y acercándote cada vez más a la magia y la luz de tu ser. Y si tú has tenido que renunciar a algo por su causa, a excepción de que se trate de alguna deuda tuya, el que fue tu maestro acabará renunciando a lo mismo en su momento... pues todos estamos encadenados a la ley de causa y efecto en vigencia en La Tierra.
Aunque también es posible aprender desde la paz de espíritu, las personas suelen responder más ante el sufrimiento, que une conciencias y despierta el alma de su letargo. No juzgar el sufrimiento es un poderoso agente transformador de las circunstancias que neutralizará al que consideras tu enemigo y te aportará el don de elevar tu propia conciencia para acercarte al despertar y renacer en vida. Este renacimiento es posible en cualquier momento y depende de ti. Una persona renacida deja un enorme legado allá por donde pasa, aunque ella no se otorgue este valor o hazaña, pues despojada esta persona de sus apegos, de sus miedos y de sus aversiones, ella habla poco y de nada alardea. El haberse vaciado a sí misma la conduce directamente a la mirada del alma que siempre fue y a sentirse en un grado de bienestar, de bendición y de agradecimiento tan elevado que incluso hasta las mismísimas estrellas se funden en sus ojos. Unos ojos que se asemejan a la mirada inocente de los niños, a esa mirada con una capacidad innata de asombro, maravilla y beatitud que fusiona con la santidad responsable de la creación.
La raza humana puede llegar a convertirse en un verdadero milagro para la Tierra, si esta raza se desvincula de los material para ligarse a la espiritualidad del corazón o del alma que la rige. Por eso, le mandamos energía vibracional para que toque sus corazones y se eleven con un legado tan poderoso y armonioso que el Universo se estremezca ante su dimensión humana-celestial engendradora de divinidad, sacralidad y milagro. Las sirenas armonizamos con esta capacidad natural descrita, inherente a diversos reinos y el reino humano no debe considerarse una excepción sino apuntar su evolución hacia este grado creador para el cual sus almas fueron creadas.